«¡Que vaina e’ compadre!, deje
su sofoque». «Tranquilo papá evítese que
le den un golpe». «Coño, deja de empújame. ¡policia! ¡policia!» «Oye, yo me voy a quita de aquí pa evitate un
problema».
—El tipo se fue, Ada, y no volvió
aparecer más por esos alrededores.
Cuando salí del recinto me encontré con un rebú, me acerqué; tú sabes, a
mí me gustan los asientos en primera fila, ¡Oh! cojollo el mismo tipo… la policía
lo llevaba de este alto. Lo encontraron sacándole
la cartera a un oficial vestido de civil que iba a ejercer el voto.
—Óigame, a usted le gusta un can,
Simón.
—No es que me guste el can, Ada. Tú sabes bien que yo soy un ciudadano que le
gusta ejercer sus derechos para poder hablar alto. No como tú, que no votas ni participas en nada
y después quieres estar pidiendo que te resuelvan problemas de agua, luz,
recogida de basura, y qué se yo cuantos males más.
—Mire, Simón, déjese de cosas…
—…de vainas, dígalo así.
—Usted me va a dejar hablar o
no, usted está eufórico porque ganó su candidato…
—Hey, que pasa Ada, te la vas a lucir,
tú sabes bien que yo soy apolítico.
—Y qué contradicciones son
esas. ¿apolítico? A po el voto fue blanco,
Papá.
—Ada, Ada, mira vamos a dejar el
asuntico este de la política. Qué tú y
yo estamos por encima de todo esto. No
echemos a perder está amistad por estos políticos farsantes, que lo único que
buscan son sus intereses personales y nada más.
Tú y yo, Ada, somos otra cosa.
—Siempre encontramos un punto de
avenencia, Simón. Cómo me gustaría que
todos fueran igual que nosotros.
—Tú sabes que eso no es
posible. En la diversidad es que está el
goce de Dios, por eso nos hizo diferentes a todos. Tú lo sabes mejor que yo, Ada. Un día llegará la razón y el entendimiento a
la cabeza de nuestros políticos partidistas y espero estar vivo para verlo y
disfrutarlo. ¡Carajo!, el tiempo vuela
en su compañía. Nos vamos a ver.