—¡Hazlo!,
gritó desesperada.
—¡Apunta
directo al corazón! Replicó.
—No
puedo hacerlo. Dijo él entre sollozos.
—Sé
que es duro, mi vida, piensa en nosotros -Dijo ella tiernamente- ¡No me mires,
sólo hazlo!
—No
puedo hacerlo. Le repitió cayendo sobre sus rodillas ahogado en llanto.
—¡Pásame
el arma, cobarde! ¡Bang!
—No
moriré de hambre en esta montaña.
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