"Porque la aflicción no sale del polvo, ni brota de la tierra la molestia; sino que, como los relámpagos se levantan para volar por el aire, así el hombre engendra su propia aflicción. Ciertamente yo en tu lugar buscaría a Dios, y encomendaría a él mi causa".
Job 5, 6-8
diciembre 25, 2016
diciembre 23, 2016
Humo (r) negro.
El ron chorreaba por el borde del mantel. Debatiéndose
entre quedarse sobre la mesa o estrellarse contra el suelo, la botella giró en vaivén.
Algunos corrieron hacia la salida otros volaron por las ventanas. Un silencio
se dibujó en los gritos, y en el aire… notas musicales se organizaron armoniosamente
sobre un pentagrama de humo negro. Las sirenas a lo lejos arrullaron la
esperanza, espuma blanca, agua, infierno que todo lo envuelve, que todo lo consume.
Se oyó un Nocturno de Beethoven y no hubo explicación, fue locura, pánico, pandemónium…
fue el final.
Dr. Simon Froylan, premonición.
octubre 26, 2016
CITA No. 10 DEL DR. SIMON FROYLAN
"Ah... la vida, cuanto más te aferras a ella más duro te golpea."
Dr. Simon Froylan
octubre 02, 2016
Una guayaba no vale una torcedura...
Anécdota.
Éramos
capaces de olvidar los sucesos rápidamente.
Tan rápido, que al día siguiente salíamos a recorrer las calles más
valientes y decididos que el día anterior. Un nuevo objetivo era la casa
ubicada enfrente de la residencia de Caamaño en la misma calle Francia; vista
desde la acera del frente, parecía estar sobre una colina (Realmente está en un
montículo por encima del nivel de la calle Francia).
Fue
fácil penetrar al lugar: el portón nos abrió sus brazos, ya nos conocía. Subimos al techo por la pared del callejón, era
bajita y los blocks a medio poner servían de escalera. Recoger guayabitas sabaneras no era la gran
cosa, pero el guayabo era tan alto que sobrepasaba el techo de la vivienda, de
modo que, esas guayabitas pequeñas, agrias, de color rosado por dentro, se
podían ver desde afuera con todos sus matices: amarillas, rosadas, verdes,
pintonas. Nadie que se precie de ser maroteador
dejaría pasar por alto aquella provocación.
En
la vida nada es gratis, tienes que tomarlo; aunque exista el riesgo de perderlo. Es ahí donde estriba la esencia del ser. El verdadero sabor de la vida está en
disfrutar lo que haces a pesar de las dificultades.
—Abuela,
arriba del techo hay unos muchachos.
Eso
voceó un niño desde el patio a su abuelita, que salió y miró hacía donde él señalaba
con su dedo índice, la abuela miró por todos los ángulos del techo pero no nos
vio porque la voz de alerta del niño, sin proponérselo, nos advirtió,
dejándonos caer de pecho sobre el techo caliente. La abuela dudó sobre la veracidad de la
noticia, pero se quedó a esperar.
Cuando
pensamos que la doña había entrado a la casa nos paramos para seguir...
—¡Roberto
juye, llama al guardia! ¡Utede verán malvao muchacho de la mierda!
Cesar
y Brico corrieron hacia el borde del techo, se tiraron de plancha contra el
piso de la azotea y en movimientos de semicírculo se descolgaron de la cornisa
dejándose estrellar contra el suelo de la marquesina, pero yo, que me había
quedado de último, no encontré lugar para apearme. El señor venía con una correa en la mano detrás
de mí demasiado rápido como para pensar que haría conmigo. “Párate
ahí pa que tu veas”, dijo, y ya estaba muy cerca de mí, “¡qué pendejo, agárreme si puede!”,
contesté y salté sin pensarlo dos veces, rodé por la rampa de la marquesina
hasta la acera, me incorporé y corrí hasta que ya no pude más.
A
una distancia de consideración, cuando el peligro había quedado atrás nos
sentamos a descansar. Empecé a
reflexionar sobre mis superpoderes y maldije a Superman: ni pude volar ni estaba
hecho de acero. En la medida que nos enfriábamos
y comentábamos la hazaña…, y ya, cuando dejé de sentirme como Hulk, empecé a
sentir dolor, cuando quise caminar el dolor se hizo más intenso, no pude dar un
paso, tenía el pie roto. Cesar, uno de
mis grandes compañeros de aventuras, fornido o ¿amasadito?, como todo buen
soldado me cargó a caballito y me llevo a casa, mientras Brico, durante todo el
trayecto no paraba de relajar con el “salto de maco” que di desde el techo a la
calle.
Mamá,
acostumbrada a todos estos eventos, cuando me vio en la condición que Cesar me
traía no cuestionó el suceso, llamó un vecino y me llevaron a la Clínica
Internacional en la calle México, a poca distancia y paralela a la Francia.
—Por
suerte no hubo rotura, dijo el doctor, sólo fue un estiramiento de los tendones.
Me
pusieron un yeso hasta la rodilla, y el doctor le dijo a Mamá que en 45 días yo
estaría en condiciones de volver a mis andanzas. Pero 45 días era demasiado tiempo para estar
tranquilo y casi al cumplir el mes, Mamá al ver las condiciones en que estaba
el yeso no esperó; en franca usurpación de funciones, decidió que ya era tiempo
de quitarme el pedazo de yeso raído y sucio y con un cuchillo de sierra empezó
y terminó exitosamente el procedimiento.
Gracias a Dios, todo estaba bien.
Una
guayaba no vale una torcedura… quizás cien.
enero 28, 2016
Cita del Dr. Simon Froylan No. 4
«La chispa que enciende una brizna seca en el bosque, nada representa si es ahogada por un chubasco a tiempo; si por el contrario, ésta es alentada por una brisa de ocasión, la chispa prende convirtiéndose en una fogata aislada. La inocente llama azotada por fuertes vientos se transforma en un incendio, que poco a poco avanza sin que nadie lo advierta, hasta convertirse en un infierno que arrasa con el bosque dejando a su paso desolación y cenizas».
Verano ‘99
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