Hoy es
un gran día, piensa Simón, se regocija la democracia. Tenemos un nuevo Presidente. Eso es bueno.
La alternabilidad en la
conducción de la “cosa pública”. Es muy
buena. Ojala, quiera Dios, que esto sea
el fin del mesianismo político, que tanto daño le ha hecho a este “paisito
abandonado a su suerte”.
Simón,
camina por las calles de Santo Domingo viendo el regocijo, que al igual que él,
demuestran la mayoría de los dominicanos.
En su recorrido, ensimismado, observando la algarabía de la gente; casi
de manera inconsciente, llega a la casa de su gran amiga Ada.
Ada,
que conoce muy bien a Simón, preparó la terraza para darle la bienvenida. A sabiendas de que Simón es apolítico, preparó
el ambiente para celebrar el triunfo de la democracia.
—Ada,
¿y esta puerta abierta?
—Sabía
que usted vendría, por eso la dejé así.
—¿Oíste
el discurso…?
Simón
no pudo terminar la frase. Al caminar a
la terraza, se quedó boquiabierto. En
realidad, Ada, se había lucido con la decoración. El ambiente creado parecía más bien la celebración
de un aniversario de boda. Dispuso en el
centro de la terraza una mesa redonda cubierta con un mantel blanco de lino y
otro de igual tela sobre éste, pero cuadrado de color morado. Las mecedoras recién empajilladas y lustradas
lucían excepcionalmente impresionantes para la ocasión. El aroma de los fettuccinis con camarones en salsa de ajo y limón escapan del chafing dish, que celoso los guarda. Sobre la mesa, una hielera de cristal de Murano con ribetes de oro
aporta el glamour, mantiene a la temperatura ideal una botella de Moët & Chandon
colección del 2004, conservada por Ada para una gran ocasión y que sólo compartiría
con su gran amigo Simón.