"Porque la aflicción no sale del polvo, ni brota de la tierra la molestia; sino que, como los relámpagos se levantan para volar por el aire, así el hombre engendra su propia aflicción. Ciertamente yo en tu lugar buscaría a Dios, y encomendaría a él mi causa".
Job 5, 6-8

mayo 10, 2012

ALMAS NOBLES Y PERVERSAS


Las palabras tienen un poder mágico cuando se le sabe utilizar.  Sirven a fines nobles y perversos.  La poesía que no les rinde culto a estas dos figuras no puede llamarse poesía.  La narrativa sin héroes ni villanos no es cuento, relato o novela.  Me intriga el alma humana.  Me fascina como se autodestruye.  Mi fascinación no es morbosa es empirismo curioso.  Raya en el postulado científico.  En especial, me gusta observar el alma de mujer.  Llena de nobleza.  Oscurecida por la perversidad, que la arropa cuando los bajos sentimientos la atrapan al doblar alguna esquina en el camino a su hogar.

El amor y el odio son las expresiones verbales que utilizamos para definir de manera llana la nobleza y la perversidad.  El amor es noble.  El odio es perverso.  El alma de la mujer se debate constantemente entre estos dos sentimientos. Es su verdadera naturaleza. Desde su creación fue “hecha” así.  Tome cualquier texto sagrado o no, con la definición del mundo y la creación, y todos le dan el merito a la mujer del nacimiento de la perversidad.  El hombre es la nobleza y la mujer su opuesto.  ¡La creación del mundo fue concebida por machistas!  Prefiero a la mujer con sus ambigüedades.  Sólo he conocido dos almas nobles, una, es la de Mamá porque estuve dentro de ella y, la otra, mi alma porque vive dentro de mí.

Dr. Simon Froylan.