octubre 02, 2016

Una guayaba no vale una torcedura...



Anécdota.

Éramos capaces de olvidar los sucesos rápidamente.  Tan rápido, que al día siguiente salíamos a recorrer las calles más valientes y decididos que el día anterior. Un nuevo objetivo era la casa ubicada enfrente de la residencia de Caamaño en la misma calle Francia; vista desde la acera del frente, parecía estar sobre una colina (Realmente está en un montículo por encima del nivel de la calle Francia).
Fue fácil penetrar al lugar: el portón nos abrió sus brazos, ya nos conocía.  Subimos al techo por la pared del callejón, era bajita y los blocks a medio poner servían de escalera.  Recoger guayabitas sabaneras no era la gran cosa, pero el guayabo era tan alto que sobrepasaba el techo de la vivienda, de modo que, esas guayabitas pequeñas, agrias, de color rosado por dentro, se podían ver desde afuera con todos sus matices: amarillas, rosadas, verdes, pintonas.  Nadie que se precie de ser maroteador dejaría pasar por alto aquella provocación.
En la vida nada es gratis, tienes que tomarlo; aunque exista el riesgo de perderlo.  Es ahí donde estriba la esencia del ser.  El verdadero sabor de la vida está en disfrutar lo que haces a pesar de las dificultades.
—Abuela, arriba del techo hay unos muchachos.
Eso voceó un niño desde el patio a su abuelita, que salió y miró hacía donde él señalaba con su dedo índice, la abuela miró por todos los ángulos del techo pero no nos vio porque la voz de alerta del niño, sin proponérselo, nos advirtió, dejándonos caer de pecho sobre el techo caliente.  La abuela dudó sobre la veracidad de la noticia, pero se quedó a esperar.
Cuando pensamos que la doña había entrado a la casa nos paramos para seguir...
—¡Roberto juye, llama al guardia! ¡Utede verán malvao muchacho de la mierda!
Cesar y Brico corrieron hacia el borde del techo, se tiraron de plancha contra el piso de la azotea y en movimientos de semicírculo se descolgaron de la cornisa dejándose estrellar contra el suelo de la marquesina, pero yo, que me había quedado de último, no encontré lugar para apearme.  El señor venía con una correa en la mano detrás de mí demasiado rápido como para pensar que haría conmigo.  “Párate ahí pa que tu veas”, dijo, y ya estaba muy cerca de mí, “¡qué pendejo, agárreme si puede!”, contesté y salté sin pensarlo dos veces, rodé por la rampa de la marquesina hasta la acera, me incorporé y corrí hasta que ya no pude más.
A una distancia de consideración, cuando el peligro había quedado atrás nos sentamos a descansar.  Empecé a reflexionar sobre mis superpoderes y maldije a Superman: ni pude volar ni estaba hecho de acero.  En la medida que nos enfriábamos y comentábamos la hazaña…, y ya, cuando dejé de sentirme como Hulk, empecé a sentir dolor, cuando quise caminar el dolor se hizo más intenso, no pude dar un paso, tenía el pie roto.  Cesar, uno de mis grandes compañeros de aventuras, fornido o ¿amasadito?, como todo buen soldado me cargó a caballito y me llevo a casa, mientras Brico, durante todo el trayecto no paraba de relajar con el “salto de maco” que di desde el techo a la calle.
Mamá, acostumbrada a todos estos eventos, cuando me vio en la condición que Cesar me traía no cuestionó el suceso, llamó un vecino y me llevaron a la Clínica Internacional en la calle México, a poca distancia y paralela a la Francia.
—Por suerte no hubo rotura, dijo el doctor, sólo fue un estiramiento de los tendones.
Me pusieron un yeso hasta la rodilla, y el doctor le dijo a Mamá que en 45 días yo estaría en condiciones de volver a mis andanzas.  Pero 45 días era demasiado tiempo para estar tranquilo y casi al cumplir el mes, Mamá al ver las condiciones en que estaba el yeso no esperó; en franca usurpación de funciones, decidió que ya era tiempo de quitarme el pedazo de yeso raído y sucio y con un cuchillo de sierra empezó y terminó exitosamente el procedimiento.  Gracias a Dios, todo estaba bien.
Una guayaba no vale una torcedura… quizás cien.

enero 28, 2016

Cita No. 4 del Dr. Simon Froylan

«La chispa que enciende una brizna seca en el bosque, nada representa si es ahogada por un chubasco a tiempo; si por el contrario, ésta es alentada por una brisa de ocasión, la chispa prende convirtiéndose en una fogata aislada. La inocente llama azotada por fuertes vientos se transforma en un incendio, que poco a poco avanza sin que nadie lo advierta, hasta convertirse en un infierno que arrasa con el bosque dejando a su paso desolación y cenizas».

Verano ‘99

Cita No. 5 del Dr. Simon Froylan






"La tierra es el único bien que el hombre siempre estará dispuesto a pagar con sangre."

                    Lex Luthor

abril 24, 2015

Cita No. 3 del Dr. Simon Froylan

"Todo hombre tiene el derecho de ocultar una mentira a su esposa, quizás una o dos veces, si con esto pone a salvo su matrimonio y los frutos de su unión. A lo que no tiene derecho es a enterrar a su compañera en una tumba de mentiras, siendo infiel de manera constante, desvergonzada y cobarde."
 


abril 23, 2015

marzo 20, 2015

Cita No. 1 del Dr. Simon Froylan

El amor y el odio son sentimientos contrapuestos que, cuando se fanatizan, pueden romper la razón y distorsionar la realidad. En esta peligrosa competencia entre el amor y el desamor, se entrelazan otros sentimientos que pueden llevar a tendencias homicidas o suicidas, sin medir las consecuencias de tales acciones. Tanto el amor desmedido como el odio desbordado pueden conducir a cuadros depresivos, empujando a quienes los padecen hacia situaciones extremas. Por ello, es esencial fomentar relaciones sentimentales saludables y, en la medida de lo posible, identificar y abordar a tiempo aquellas relaciones nocivas”.

agosto 10, 2014

Aprender Creole ¿para qué?

En las mañanas de camino a la oficina me detengo en un puesto de frutas a comprar guineos para el almuerzo, quien lo atiende es de nacionalidad haitiana, no digo haitiano por lo que el término de manera despectiva encierra para muchos dominicanos y otros no dominicanos. Haitiano es sinónimo de desprecio, plagas, hacinamiento, promiscuidad y salvajismo, como dije para muchos dominicanos y otros. Por eso no diré la palabra haitiano para referirme a un nacional de Haití, y así, mantener el respeto por nuestros hermanos insulares.

octubre 20, 2013

Entrevistas Tradabordo

Entrevista realizada a Adalberto Morillo por Delphine Texier para TRADABORDO.

1) ¿Cuánto hace que escribe y qué lo impulsó a escribir?
De manera casual desde muy joven y de manera asidua y constante desde el año 2009.  Mamá era una intelectual de corte socialista pasiva, que leía todos los periódicos, tanto los matutinos como los vespertinos y una devoradora insaciable de libros de su interés.  Aprendí a leer, viéndola a ella, periódicos, revistas y libros.  Mi pasión por la lectura me empujó a la escritura.  Entonces escribía mis vivencias en un diario, luego convertía en cuentos las más interesantes y cuando empecé a enamorarme entonces escribía poesía y cantos de amor.  La vida me enseñó que es un deber de cada uno de nosotros, mostrarle a nuestra descendencia quienes somos, bajo cuales circunstancias tomamos tales decisiones, que tan valiosa o miserable es nuestra vida.  La vida es circular, todo se repite, no sólo le heredamos bienes materiales a nuestros hijos también todo lo que somos y seremos.  Esa es la razón que me impulsó a escribir.  Quiero que utilicen mis experiencias para cambiar sus destinos porque los futuros son alternativos y podemos escoger el que nos plazca.

marzo 19, 2013

Triciclo, triciclero; triciculo, triciculero



Hace pocos días le entregué un trabajo literario a una colega para la corrección de estilo y ortografía.  En la revisión del texto me señaló que la palabra triciculero no existía, me extrañó que siendo ella dominicana me hiciera un señalamiento semejante, ya que es una palabra de uso común entre los dominicanos.  Me dejó tan extrañado que decidí buscar la palabra triciculero en varios diccionarios de dominicanismos.  En efecto, la palabra no aparece registrada en los diccionarios que consulté.  Me decía la colega, que la palabra correcta era triciclero.  Para mi sorpresa la palabra triciclero no aparece en los diccionarios convencionales.  Entonces, busqué la palabra triciclo en el diccionario de la Real Academia de la Lengua:  (De tri- y el gr. κύκλος, círculo, rueda).  1. m. Vehículo de tres ruedas.  2. m. Juguete infantil de tres ruedas, que se mueve mediante la acción de pedales.  Triciclero es quien conduce un triciclo, lo mismo que, triciculero es el conductor de un triciculo.  Es evidente que la palabra triciculo es una deformación de la palabra triciclo por el uso inapropiado de la misma en su pronunciación.  Para el dominicano un triciculo es un vehículo de tres ruedas accionado por pedales o motor de gasolina adaptado con un contenedor, de madera o metal, sobre el eje delantero que se utiliza para vender o transportar todo tipo de mercancía.

Pero el triciclo no es un transporte exclusivo de la República Dominicana, en otros países latinoamericanos se utiliza de igual manera, tales como Nicaragua, en donde se les llama “caponeras”, México, Perú, entre otros.  Al igual que aquí, en Dominicana, estos triciculeros, tricicleros o caponeros ocasionan serios problemas de circulación vial.  Leía en el Nuevo Diario.com.ni, periódico digital Nicaragüense, lo siguiente:
“Tricicleros ilegales quieren ‘vía libre’.  Jackson Mayorga, de 23 años, cadete de un triciclo en la localidad, denunció que las sanciones que aplica la municipalidad afectan su pobre situación económica.  Con un paro frente al edificio de la municipalidad leonesa los dueños y cadetes de triciclos intentaron ejercer presión para que se les conceda circular libremente por toda la ciudad”.
Leí en el Diario del Sur, México, una noticia más actualizada:
 “Tricicleros bloquean calles de Cacahoatán.  Tricicleros y chóferes de la ruta de colectivos "Cobach", bloquearon por la mañana céntricas calles de la cabecera municipal, para impedir la ampliación de la ruta sobre la 6ª calle, por donde los colectivos de la Cooperativa 9 de Diciembre, habrían de iniciar labores como parte de la autorización por parte de la Secretaría del Transporte del Estado”.
En ambos casos, se trata de triciclos de transporte público de personas que operan de manera ilegal.
En República Dominicana este tipo de transporte se utilizó sin mucho éxito, en la ruta San Martin – UASD a todo lo largo de la avenida Tiradentes.  Los triciclos eran un híbrido entre Motoneta Lambretta y furgoneta, adaptada con asientos en la parte trasera y a ambos lados del chófer.  Transporte arriesgado y peligroso para los usuarios.  Fue reemplazado por el “motoconcho”, una modalidad de transporte de pasajeros pero en un motor de dos ruedas.
En el periódico digital El Diario.com.ec. que se publica en la región de Portoviejo en Ecuador, encontramos este otro artículo.  “Municipio busca el orden y tricicleros defienden su trabajo.  Al menos cinco quejas han sido interpuestas en la Defensoría del Pueblo por parte de tricicleros que expenden en el centro de la ciudad.  Así lo aseguró el presidente de la Asociación de Comerciantes Minoristas Ambulantes, Heriberto Sosa Chávez”.
El triciclo es un vehículo de uso general en toda América Latina y en otros países asiáticos.  En República Dominicana el triciculo es un vehículo para todo uso, se puede ver cada día en las calles de Santo Domingo o en cualquier región del país al triciculero transportando las cosas más insólitas dentro de este versátil vehículo de tres ruedas.  Sirve para vender víveres, vegetales, frutas y otros alimentos; se puede cargar una lata con un fogón debajo prendio en candela para vender maíz sancochado, pasteles en hoja, pollo matado y pelado; se hacen mudanzas, se transporta chatarra, se recoge cartón y botellas, en fin, el triciculo en la República Dominicana adquiere la característica que su dueño le imprima, la imaginación es el límite.
Incluso a mí, cuando apenas tenía como siete años de edad, Daniel, el verdulero que pasaba diariamente y se paraba frente a la casa número 11 de la Hilario Espertin, para que mamá se abasteciera de la ensalada del mediodía, me cargaba y me ponía a un lado del triciculo para darme una vuelta a la manzana.  Darle un paseo alrededor del barrio al hijo de la “vecina”, al que se atrevía a llamarle por el mote de “buche pavo”.
Hasta para eso sirve un triciculo en la República Dominicana.

julio 17, 2012

¡No te meta en esa vaina!

A propósito de un evento del que no me pude sustraer.
Dr. Simon Froylan

El diablo anda suelto… definitivamente.  Le voló el brazo de una pasá.  El machete se quedó horrorizado al enterarse del suceso.  Sus caras, manchadas de sangre, miraban consternadas como el sudor de su brazo corría por el filo semejando el llanto que provoca una tragedia anunciada.  El machetazo le cercenó el brazo al Guaro.  El puñal le traspasó el hígado a Chimpa.  ¡No te meta en esa vaina! Ese pleito no es tuyo.  Guaro se desmayó.  El Chimpa no tenía fuerzas.  La sangre derramada acabó con el pleito.  ¡Eso no se queda así!, le gritó Chimpa antes de morir sin saber que el pleito había terminado ahí.  Que lo lleven al Darío.  Ese brazo está en un hilito.  Qué importa, en el Darío se lo pegan.  Mierda, Mano, usted si es cruel.  ¿y no es verdad?

julio 14, 2012

Soldado Rodríguez


Lo conocía bien.  Puertorriqueño, alto, moreno, soldado de profesión; Antes de anochecer, se paró frente al poste de luz en el “parquesito”.  Ahora un poco más grande después del paso de la 27 de Febrero.  Midió con sus ojos la altura.  Se quitó el casco y en un leve movimiento en cuclillas lo lanzó, como el que inicia el saque en un juego de baloncesto.  Al segundo, el sol nocturno se apagó, destellantes estrellas vidriadas caían.  El casco también.  Lo aparó y se cubrió de inmediato para evitar que el cielo de metal lo hiriera en defensa propia.

julio 07, 2012

RECÓGELO TÚ, MALDITO GRINGO


Para el año 1965, específicamente principios del mes de mayo, mi edificio, el que demolieron a fuerza de grandes golpes para darle paso a la avenida 27 de Febrero, fue tomado por las fuerzas interventoras norteamericanas para colocar un comando militar.  En el techo, apostaron una ametralladora calibre 50, que al dispararla desechaba los cartuchos vacíos al patio de la Hilario Espertín # 11.  Cuando dejaba de sonar salía inocentemente a recogerlos en una lata vacía de pintura Pidoca.  No bien terminaba de llenarla un extraordinario soldado se lanzaba del techo y me arrebataba la lata repleta de casquillos.


A los ojos de un niño de siete años, edad que tenía para entonces, aquellos episodios eran como ver la pelicula de guerra Combate en tiempo real.  Esta se transmitía por el canal Rahintel, creo no estoy seguro.  Mi imaginación se perdía entre la realidad y la ensoñación.  Cada año para los días de Reyes me regalaban fundas de soldados verdes “made in china”, ametralladoras, granadas, y como si esto no fuera suficiente, un juego completo de Combat!, que incluía la ametralladora Thompson, el casco, un cuchillo y un cinturón con una pistola calibre 45, tal como la que usaba el sargento Sonder (Sgt. Saunders) en la película.

julio 06, 2012

CUANDO EL MAR PERDIÓ SU SABOR A SAL


En una de tantas veces que bajábamos al Malecón, a veces sólo a caminar otras a darnos un chapuzón, no en la parte de Güibia sino en la playa que se encuentra por el lado del obelisco hembra por los frentes del Napolitano, hotel restaurant que toda la vida que tengo siempre lo he visto ahí.  Hoy, al mirar atrás, me pregunto ¿cómo era posible que nos bañáramos en aquel pedazo de playa contaminada y sucia?  Claro, nada como la contaminación de hoy.
Moreno, su hermano Fernando, Cesar y yo después de las bellaquerias del Conde nos encantaba bajar al Malecón a darnos un chapuzón en aquellas aguas infectadas del mar Caribe.  No éramos los únicos, otros tigueritos de otros barrios también hacían lo mismo.  Para bañarse allí había que seguir dos reglas elementales: no irse muy lejos de la orilla y saber guardar la ropa para que al salir no llegaras encueros a tu casa.

julio 01, 2012

REALENGUEZA BARRIAL


Frondosos árboles de flamboyán que en armónica reverencia parecen darse un abrazo, dejaban caer a nuestro paso una nevada de flores rojas, amarillas y anaranjadas, tendiéndonos una alfombra a nuestro paso por la calle Dr. Delgado.  Aquellos enormes árboles, que apenas dejaban pasar hilos delgados de luz solar, parecían guardias de honor apostados solemnes a todo lo largo del camino, esperando por los señores de la realengueza barrial.  Caminábamos desde mi casa hasta el malecón, o hacía la calle El Conde, según soplaba el viento como velero en alta mar.  Cualquiera de esas calles bajando por la Dr. Delgado hacia el sur y doblando a la izquierda nos llevaba a nuestro destino.