diciembre 23, 2016

Humo (r) negro.



 

El ron chorreaba por el borde del mantel. La botella bailoteaba indecisa, debatiéndose entre permanecer sobre la mesa o estrellarse contra el suelo. Algunos corrían hacia la salida, otros saltaron desesperados por las ventanas. Un silencio se dibujó en los gritos... Un Nocturno de Beethoven sonó inexplicablemente en el aire. Notas musicales se organizaron de manera armoniosa sobre un pentagrama de humo negro.

Infierno que todo lo envuelve, que todo lo consume... Fue locura, pánico, pandemónium... ¡Fue el final! Las sirenas, a lo lejos, arrullaron la esperanza: espuma blanca, agua...

Dr. Simón Froylan, premonición



octubre 02, 2016

Una guayaba no vale una torcedura...



Anécdota.

Éramos capaces de olvidar los sucesos rápidamente.  Tan rápido, que al día siguiente salíamos a recorrer las calles más valientes y decididos que el día anterior. Un nuevo objetivo era la casa ubicada enfrente de la residencia de Caamaño en la misma calle Francia; vista desde la acera del frente, parecía estar sobre una colina (Realmente está en un montículo por encima del nivel de la calle Francia).
Fue fácil penetrar al lugar: el portón nos abrió sus brazos, ya nos conocía.  Subimos al techo por la pared del callejón, era bajita y los blocks a medio poner servían de escalera.  Recoger guayabitas sabaneras no era la gran cosa, pero el guayabo era tan alto que sobrepasaba el techo de la vivienda, de modo que, esas guayabitas pequeñas, agrias, de color rosado por dentro, se podían ver desde afuera con todos sus matices: amarillas, rosadas, verdes, pintonas.  Nadie que se precie de ser maroteador dejaría pasar por alto aquella provocación.
En la vida nada es gratis, tienes que tomarlo; aunque exista el riesgo de perderlo.  Es ahí donde estriba la esencia del ser.  El verdadero sabor de la vida está en disfrutar lo que haces a pesar de las dificultades.
—Abuela, arriba del techo hay unos muchachos.
Eso voceó un niño desde el patio a su abuelita, que salió y miró hacía donde él señalaba con su dedo índice, la abuela miró por todos los ángulos del techo pero no nos vio porque la voz de alerta del niño, sin proponérselo, nos advirtió, dejándonos caer de pecho sobre el techo caliente.  La abuela dudó sobre la veracidad de la noticia, pero se quedó a esperar.
Cuando pensamos que la doña había entrado a la casa nos paramos para seguir...
—¡Roberto juye, llama al guardia! ¡Utede verán malvao muchacho de la mierda!
Cesar y Brico corrieron hacia el borde del techo, se tiraron de plancha contra el piso de la azotea y en movimientos de semicírculo se descolgaron de la cornisa dejándose estrellar contra el suelo de la marquesina, pero yo, que me había quedado de último, no encontré lugar para apearme.  El señor venía con una correa en la mano detrás de mí demasiado rápido como para pensar que haría conmigo.  “Párate ahí pa que tu veas”, dijo, y ya estaba muy cerca de mí, “¡qué pendejo, agárreme si puede!”, contesté y salté sin pensarlo dos veces, rodé por la rampa de la marquesina hasta la acera, me incorporé y corrí hasta que ya no pude más.
A una distancia de consideración, cuando el peligro había quedado atrás nos sentamos a descansar.  Empecé a reflexionar sobre mis superpoderes y maldije a Superman: ni pude volar ni estaba hecho de acero.  En la medida que nos enfriábamos y comentábamos la hazaña…, y ya, cuando dejé de sentirme como Hulk, empecé a sentir dolor, cuando quise caminar el dolor se hizo más intenso, no pude dar un paso, tenía el pie roto.  Cesar, uno de mis grandes compañeros de aventuras, fornido o ¿amasadito?, como todo buen soldado me cargó a caballito y me llevo a casa, mientras Brico, durante todo el trayecto no paraba de relajar con el “salto de maco” que di desde el techo a la calle.
Mamá, acostumbrada a todos estos eventos, cuando me vio en la condición que Cesar me traía no cuestionó el suceso, llamó un vecino y me llevaron a la Clínica Internacional en la calle México, a poca distancia y paralela a la Francia.
—Por suerte no hubo rotura, dijo el doctor, sólo fue un estiramiento de los tendones.
Me pusieron un yeso hasta la rodilla, y el doctor le dijo a Mamá que en 45 días yo estaría en condiciones de volver a mis andanzas.  Pero 45 días era demasiado tiempo para estar tranquilo y casi al cumplir el mes, Mamá al ver las condiciones en que estaba el yeso no esperó; en franca usurpación de funciones, decidió que ya era tiempo de quitarme el pedazo de yeso raído y sucio y con un cuchillo de sierra empezó y terminó exitosamente el procedimiento.  Gracias a Dios, todo estaba bien.
Una guayaba no vale una torcedura… quizás cien.

enero 28, 2016

Cita No. 4 del Dr. Simon Froylan

«La chispa que enciende una brizna seca en el bosque, nada representa si es ahogada por un chubasco a tiempo; si por el contrario, ésta es alentada por una brisa de ocasión, la chispa prende convirtiéndose en una fogata aislada. La inocente llama azotada por fuertes vientos se transforma en un incendio, que poco a poco avanza sin que nadie lo advierta, hasta convertirse en un infierno que arrasa con el bosque dejando a su paso desolación y cenizas».

Verano ‘99

Cita No. 5 del Dr. Simon Froylan






"La tierra es el único bien que el hombre siempre estará dispuesto a pagar con sangre."

                    Lex Luthor

abril 24, 2015

Cita No. 3 del Dr. Simon Froylan

"Todo hombre tiene el derecho de ocultar una mentira a su esposa, quizás una o dos veces, si con esto pone a salvo su matrimonio y los frutos de su unión. A lo que no tiene derecho es a enterrar a su compañera en una tumba de mentiras, siendo infiel de manera constante, desvergonzada y cobarde."
 


abril 23, 2015

marzo 20, 2015

Cita No. 1 del Dr. Simon Froylan

El amor y el odio son sentimientos contrapuestos que, cuando se fanatizan, pueden romper la razón y distorsionar la realidad. En esta peligrosa competencia entre el amor y el desamor, se entrelazan otros sentimientos que pueden llevar a tendencias homicidas o suicidas, sin medir las consecuencias de tales acciones. Tanto el amor desmedido como el odio desbordado pueden conducir a cuadros depresivos, empujando a quienes los padecen hacia situaciones extremas. Por ello, es esencial fomentar relaciones sentimentales saludables y, en la medida de lo posible, identificar y abordar a tiempo aquellas relaciones nocivas”.

agosto 10, 2014

Aprender Creole ¿para qué?

En las mañanas de camino a la oficina me detengo en un puesto de frutas a comprar guineos para el almuerzo, quien lo atiende es de nacionalidad haitiana, no digo haitiano por lo que el término de manera despectiva encierra para muchos dominicanos y otros no dominicanos. Haitiano es sinónimo de desprecio, plagas, hacinamiento, promiscuidad y salvajismo, como dije para muchos dominicanos y otros. Por eso no diré la palabra haitiano para referirme a un nacional de Haití, y así, mantener el respeto por nuestros hermanos insulares.

octubre 20, 2013

Entrevistas Tradabordo

Entrevista realizada a Adalberto Morillo por Delphine Texier para TRADABORDO.

1) ¿Cuánto hace que escribe y qué lo impulsó a escribir?
De manera casual desde muy joven y de manera asidua y constante desde el año 2009.  Mamá era una intelectual de corte socialista pasiva, que leía todos los periódicos, tanto los matutinos como los vespertinos y una devoradora insaciable de libros de su interés.  Aprendí a leer, viéndola a ella, periódicos, revistas y libros.  Mi pasión por la lectura me empujó a la escritura.  Entonces escribía mis vivencias en un diario, luego convertía en cuentos las más interesantes y cuando empecé a enamorarme entonces escribía poesía y cantos de amor.  La vida me enseñó que es un deber de cada uno de nosotros, mostrarle a nuestra descendencia quienes somos, bajo cuales circunstancias tomamos tales decisiones, que tan valiosa o miserable es nuestra vida.  La vida es circular, todo se repite, no sólo le heredamos bienes materiales a nuestros hijos también todo lo que somos y seremos.  Esa es la razón que me impulsó a escribir.  Quiero que utilicen mis experiencias para cambiar sus destinos porque los futuros son alternativos y podemos escoger el que nos plazca.