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María (mi hermana), yo y Roquel. |
Desde
los primeros años de mi vida fui muy inquieto, era lo que se podía decir “un
niño de la calle”. No provenía de una
familia de ricos. Pero al leerle esta parte a Mamá, me recordó que yo asistía
al colegio en horario de la mañana, que nunca me faltó comida, ropa, educación
de hogar, y que debo tener cuidado con lo que escribo. Ella tiene razón olvidé esa parte.
La
verdad es que yo jodía mucho, y junto con Brico (el hijo de Viola), Cesar (el
hijo de doña Tatica) y Moreno (el hijo de doña Tinita), era que jodíamos. Nos íbamos a “leventiar” y a “marotiar” en
bandadas desde tempranas horas de la mañana (bueno esto debió ser en vacaciones
o fines de semana, Mamá me recordó que yo asistía al colegio en horario
matutino, eso no se me puede olvidar) y regresábamos en ocasiones hasta de
noche. Prácticamente nos pasábamos un
día entero recorriendo parte de las calles de la ciudad. Desde la Hilario Espertin, tomando la calle
Dr. Delgado hacia abajo, atravesando aquel túnel de árboles que discretamente
dejaban pasar un rayo de sol, hasta Güibia pasando por la calle El Conde. Esos eran los límites de mi ciudad.